Las ojeras profundas, los párpados caídos y la sensación de “ojos cansados” suelen llegar antes que las canas. En la clínica, muchas pacientes llegan buscando una solución que no implanta rellenos excesivos ni modifica la forma de sus ojos, sino que simplemente devuelva la luz que se perdió. La blefaroplastía, técnica milimétrica y ambulatoria, elimina el exceso de piel y bolsas grasas de párpados superior e inferior para devolver una mirada descansada y juvenil.
El procedimiento dura entre 45 y 60 minutos bajo anestesia local y sedación. En el párpado superior se realiza una incisión fina en el pliegue natural; en el inferior, se accede desde la cara interna del párpado (transconjuntival) cuando solo se retiran bolsas, o por una línea justo debajo de las pestañas si también se ajusta la piel. Se conserva la grasa que da volumen y se reposiciona el resto para evitar el aspecto “hundido”. Se cierra con suturas intradérmicas que se retiran a los 5-7 días.
La recuperación es sorprendentemente rápida. Se aplica frío local las primeras 24 horas para reducir la inflamación; la mayoría lee o ve televisión esa misma noche. Al día siguiente se cambia la gasa y se recomienda dormir con cabecera elevada. A los tres días se autoriza maquillaje mineral y anteojos de sol; a la semana, la mayoría regresa al trabajo. Las cicatrices permanecen ocultas en los pliegues naturales y se desvanecen con láser fraccionado a los dos meses.
Más allá de lo estético, la blefaroplastía mejora la visión periférica cuando la piel caída obstruye el campo visual y alivia la fatiga ocular por esfuerzo constante. El resultado es una mirada más luminosa que conserva la forma y la personalidad de cada paciente. No se trata de parecerse a alguien más; se trata de sentirse despierta cada mañana.