La nariz es el centro del rostro y, al mismo tiempo, un mapa de la herencia cultural. Muchas personas desean corregir jorobas, puntas caídas o anchura excesiva, pero temen perder los rasgos que cuentan su historia familiar. La rinoplastia étnica nació para resolver ese dilema: afinar sin borrar, proyectar sin imponer.
Durante la consulta, el diálogo gira en torno a tres ejes: la proporción, la función y la identidad. Se analiza la simetría facial global, la altura del puente, la proyección del dorso y el ángulo nasolabial. La piel gruesa de ascendencia hispana o afro requiere manejo diferente a la piel fina de origen caucásico; por eso se utilizan técnicas que preservan el cartílago y fortalecen el soporte para evitar colapsos. El ultrasonido Piezo permite tallar el hueso con micro vibraciones, reduciendo moretones y acortando la recuperación.
El postoperatorio es breve: se retira la ferula a los seis días, la mayoría regresa a trabajar a la semana y la inflamación finaliza entre el tercer y sexto mes. El cambio se nota de inmediato, pero lo esencial permanece: la nariz se ve más equilibrada, la sonrisa adquiere protagonismo y la historia familiar sigue escrita en cada rasgo.